El reciente operativo de seguridad realizado durante el Día del Padre en Pasto dejó tanto satisfacción como interrogantes. La Alcaldía de Pasto, en conjunto con la Policía Metropolitana, llevó a cabo una serie de controles en diversos puntos clave de la ciudad, resultando en la inmovilización de 122 vehículos, el cierre de tres establecimientos comerciales, y la captura de 17 personas. Además, se decomisaron 35 litros de bebidas artesanales y se retiraron carros de comida rápida que invadían el espacio público.
Desde un punto de vista estrictamente operativo, los resultados obtenidos en este operativo son impresionantes. En términos de seguridad, movilidad y control del espacio público, los logros son tangibles. Sin embargo, esta intervención, aunque exitosa en su ejecución, plantea una serie de cuestionamientos sobre si esta medida es realmente parte de un plan de seguridad estructural o si simplemente es una respuesta puntual y superficial, destinada a calmar los ánimos durante una fecha festiva importante.
La pregunta clave aquí es: ¿será esta respuesta un esfuerzo constante durante todos los fines de semana o fue solo una actuación para cumplir con las expectativas de una festividad? En el pasado, hemos sido testigos de cómo operativos similares se realizan con gran fanfarria durante fechas específicas, solo para ser olvidados una vez que los ecos de la celebración desaparecen.
La respuesta a esta cuestión parece estar en la voluntad política y administrativa de la Alcaldía de Pasto de mantener la seguridad en las calles de manera consistente. Es claro que el sistema de control de tráfico, la regulación de los establecimientos comerciales y el orden público no deben ser solo una medida para fechas puntuales, sino que requieren de una intervención permanente y sostenida. En este sentido, se vuelve urgente preguntarse: ¿Por qué solo se movilizan fuerzas de seguridad en ciertas ocasiones? ¿Qué pasa con la vigilancia constante en las zonas más conflictivas durante el resto del año?
A pesar de los logros evidentes en los operativos, los ciudadanos de Pasto aún enfrentan el desorden constante en el día a día. Las denuncias sobre la invasión del espacio público por parte de vehículos, vendedores ambulantes y establecimientos sin las licencias correspondientes son frecuentes. Si bien la Alcaldía ha expresado su compromiso por mantener el orden público, la eficacia de estos operativos necesita ser evaluada en términos de permanencia, no solo de acciones esporádicas.
Lo que vemos en estos operativos es el reflejo de un sistema de control urbano que, aunque responde cuando se presiona por la visibilidad pública, no necesariamente está comprometido con un cambio profundo en la cultura de convivencia ciudadana. El cierre de establecimientos por la presencia de menores de edad o por no cumplir con la documentación necesaria muestra que, aún en tiempos de operativo, muchos negocios no cumplen con las normativas fundamentales.
El modelo de seguridad que se ha implementado durante el Día del Padre, aunque exitoso en su aspecto operativo, deja la sensación de que solo se está reaccionando ante situaciones específicas y no planificando a largo plazo. Es imprescindible que las autoridades locales mantengan este nivel de control en todo momento, no solo cuando los medios de comunicación y la ciudadanía exigen resultados inmediatos. Además, las intervenciones en el espacio público deben ser acompañadas de programas permanentes de cultura ciudadana y convivencia, algo que aún se encuentra ausente en muchas ciudades colombianas.
A largo plazo, el verdadero desafío no será solo el control de la movilidad o el cierre temporal de establecimientos, sino el establecimiento de un sistema integral que considere las necesidades sociales, económicas y culturales de los habitantes de Pasto. Las políticas públicas de seguridad deben estar acompañadas de una verdadera estrategia de desarrollo urbano sostenible, que aborde los problemas estructurales de la ciudad.
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